Como un hombre visionario, figura polifacética, hombre de libros, orador brillante, hombre de leyes, diplomático, tratadista, hombre de estado, pero sobre todo pionero de la generación de los grandes liberales de este país, calificó el magistrado Ángel Francisco Prieto Méndez, presidente del Tribunal Superior de Justicia, a don Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá, padre del Juicio de Amparo
El texto leído por el magistrado Prieto Méndez en la presentación es el siguiente:
Antes de iniciar con el acto protocolario quisiera expresar una visión del motivo por el cual estamos reunidos esta noche.
“las divisiones de ideas, así como los tiempos en los cuales vivimos, marcan la diferencia de nuestras acciones en las paginas de la historia”
Quiero agradecer en el marco de la presentación de esta obra, la invitación hecha a mi persona para estar aquí con ustedes y permitirme llevar a cabo una breve plática sobre la obra “Rostros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación” y en especifico y como dice el programa “Los Rostros de Rejón”, obra que habla sobre la vida y acciones del prócer yucateco de origen campechano, tal y como se refiere a él en el preámbulo de este libro, la gobernadora del Estado de Yucatán.
Es don Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá, padre del Juicio de Amparo, arquetipo de la defensa constitucional, de los derechos individuales en el mundo y auténtico orgullo nacional y peninsular para todos nosotros.
Por ello es justo agradecer a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al Poder Judicial del Estado de Campeche, al Gobierno del Estado de Yucatán así como al magistrado Manuel González Oropeza y al magistrado Víctor Manuel Collí Borges por su encomiable afán investigador y bibliográfico para publicar este importante y esclarecedor documento.
Este instrumento, de invaluable contenido, se nos presenta también como un digno homenaje a la trayectoria lúcida y propositiva de un gran ser humano que supo mejorar la vida colectiva de su tiempo y de las siguientes generaciones.
Sin duda, esta obra nos ofrece el recuerdo de las acciones emprendidas por un gran mexicano cuyo objetivo era el alcanzar el fin por el que luchaban aquellos grandes hombres: la libertad y la felicidad de la patria.
Esta obra literaria nos expone en dos partes la trayectoria y las aportaciones realizadas por Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá, por una parte encontramos en sus páginas sus éxitos, sus frustraciones y sus brillantes actuaciones como defensor de la soberanía nacional.
De igual forma nos expone el inicio de su carrera parlamentaria, su importante papel como diplomático del Estado Mexicano y su inmortal aportación para la vida jurídica de los gobernados.
En un segundo apartado podremos recordar la esencia de su pensamiento, el cual se logra identificar en la expresión de los diferentes artículos que forman parte del primer documento constitucional campechano, en el se exponen breves comparaciones del modelo de sus ideas en cada uno de las secciones que integran el mismo.
Don Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá es símbolo importante que convivió y luchó con sus ideales de libertad a lado de aquellos invaluables hombres de nuestra historia.
Hombre visionario, figura polifacética, hombre de libros, orador brillante, hombre de leyes, diplomático, tratadista, hombre de estado, pero sobre todo pionero de la generación de los grandes liberales de este país.
Estas son algunas palabras con las que podemos describir al personaje que hoy nos ocupa.
Esta importante publicación realizada con motivo del bicentenario de nuestra independencia tiene como fin recordar y celebrar la vida y obra de los grandes héroes de la nación.
García Rejón, desde el comienzo de su trayectoria, tuvo siempre presente sus ideales, los cuales jamás sucumbieron ante el sufrimiento o el temor de exponer su propia vida en la defensa de sus ideas.
Hoy, al presentar esta obra evocamos la memoria de este ilustre personaje, pero también debemos recordar a todos aquellos liberales que junto con Manuel Crescencio García Rejón lucharon por lograr consolidar muchas de las instituciones de nuestros tiempos.
Nacido en los albores de 1799, poco después de absorber la savia fresca del hábitat húmedo de su natal poblado denominado como “Bolonchenticul” ahora llamado con toda justicia “Bolonchén de Rejón”.
Manuel Crescencio García Rejón se nutre de las enseñanzas familiares y del conocimiento adquirido en las aulas del seminario de San Ildefonso en Mérida en donde el presbítero José María Guerra le proporcionaría los instrumentos y fuentes para avanzar en la filosofía y el latín, destacándose particularmente en gramática y en los cánones. Se gradúa a los 20 años y poco después debido a su notable actuación en la defensa de las ideas libertarias– era ya diputado por Yucatán.
Como parte de la diputación yucateca, Manuel Crescencio García Rejón pese a ser combatido constantemente, se da a conocer muy rápido por su firme oposición contra el primer imperio, integra la corriente de "los exaltados", así lo llaman muchos de los libros de historia. Esta corriente se caracterizaba no solamente por su oposición a los imperialistas, sino por sus innovadoras posiciones fundamentadas en favor de la democracia, el federalismo y –obviamente– del régimen republicano.
Desde la tribuna y con su palabra de verbo elocuente supo defender la postura de sus ideas. Era un hombre de talento y de palabra viva, con sus intervenciones conquistaba calurosos aplausos al sostener en la tribuna parlamentaria sus pensamientos con avallasadora elocuencia.
Como ejemplo de ello se expone en esta obra la defensa que realizó ante el Congreso sobre la designación de los ministros del Tribunal Supremo de Justicia, la autonomía e independencia del Poder Judicial, la soberanía de las entidades federativas y su ardiente defensa en crear un Ejecutivo Colegiado.
Estos son algunos de los temas expuestos y defendidos por Rejón desde la tribuna parlamentaria. Sus aportaciones permiten ubicar a nuestro personaje como pionero de la reforma.
Así Manuel Crescencio García Rejón se consolida como un hombre de leyes: sus distintas actuaciones como legislador, constituyente, como consultor, abundan particularmente entre la década de 1820 a 1830.
Evidentemente por lo que más se le reconoce es por su lucha tenaz y su aporte a la legislación en torno a la responsabilidad limitada de quienes ejercen los cargos y la autoridad de la administración publica, además de sus intervenciones y aportaciones en torno a limitar la adquisición de bienes por parte del clero y todo lo que se refiere a favorecer la libertad de culto y diversidad de los mismos.
No debemos de olvidar tampoco sus ideas en torno a la libertad de expresión y, por supuesto, el Juicio de Amparo, importante aportación de la legislación mexicana para el mundo.
Sus avanzadas concepciones quedaron plasmadas en las constituciones de 1824, así como en la constitución de 1841 del estado de Yucatán y que son estas, una muestra de los cimientos firmes en los que se va a asentar después el sólido edificio constitucional de 1857.
Un capítulo muy interesante de esta obra nos indica que más allá de la figura de legislador, del jurisconsulto y del político que sabe ser fiel a sus ideas, tendríamos que añadir una faceta también poco estudiada: la de diplomático, pues recordemos que con el fin de mantener las relaciones diplomáticas con los países latinoamericanos Manuel Crescencio García Rejón, el 8 de enero de 1842, es nombrado ministro plenipotenciario y extraordinario ante las Repúblicas del Sur e Imperio de Brasil.
Si bien es cierto las cualidades y sus dotes de elegante diplomacia y elocuencia fueron las razones por las cuales fue designado ministro, se le encomienda la misión de exaltar las riquezas de México ante toda Latinoamérica y promover la creación de una liga latinoamericana.
Por otra parte, fiel defensor de su pensamiento, Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá visualizó en cuanto a los derechos humanos y en una época particularmente difícil con el gobierno federal, desarrollo el juicio de Amparo, idea innovadora que ha sido entregada para la posteridad del constitucionalismo en México.
Por todo ello, considero que el padre del juicio de amparo es y seguirá siendo recordado a lo largo de nuestra historia como un hombre de estado, hombre de ley, político que trascendió a su tiempo y que me parece, nos obliga a continuar realizando acciones que fortalezcan las instituciones republicanas y que a través del ejercicio vigilante de la justicia, desde nuestra trinchera, continuemos la obra emprendida por él.
Finalmente reitero mi reconocimiento a los autores del presente libro, quienes con su tiempo y dedicación dejan en mano de las generaciones futuras una obra invaluable que mantendrá viva la vida y obra de este inmortal jurisconsulto.