Palabras del Señor magistrado Luis Felipe Esperón Villanueva, integrante de la sala penal del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Yucatán, con motivo del CXLIII Aniversario luctuoso del “Benemérito de las Américas”, licenciado Benito Juárez García

Sábado, 18 de julio de 2015

Los hombres no son nada, los principios lo son todo”.

Señoras y señores:

Así describió su convicción por la ley y la justicia don Benito Juárez García, cuyo homenaje rendimos hoy los tres Poderes del Estado de Yucatán, para celebrar y reflexionar a uno de los mayores formadores y reformadores de nuestra historia nacional. Formador, porque la historia se lo demandaba. Reformador, porque su convicción se lo exigía.

Hoy, debemos aprovechar el 143 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez García para repensar su legado y su ejemplo: hacer una lectura inteligente de Juárez y recordar el nuevo tiempo mexicano. Traer a Juárez del Siglo 19 al Siglo 21, con sus virtudes, con su liberalismo, con su visión progresista de la sociedad.

Benito Juárez es sinónimo de los más grandes valores cívicos: honestidad y patriotismo; tesón, para salir adelante; para mejorar la propia vida con base en el estudio, el trabajo, la constancia y la responsabilidad, a pesar de cualquier desventaja u obstáculo.

Benito Juárez es también ejemplo, para quienes tenemos el honor de servir a la patria. Es preciso remembrar a este gran ex Presidente de México, ex Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a este gran oaxaqueño, un verdadero fundador de la Patria mexicana, hombre de leyes y forjador de instituciones.

Nació en lo que era una colonia española que pronto se encaminaría a su independencia. Así, pues, México no vio nacer a Juárez, fue Juárez quien vio nacer al Estado mexicano.

En las primeras décadas de vida del México independiente, entre el caos y la guerra civil, Juárez siempre fue un faro que ilumino el sendero de la justicia y la legalidad.

Su vida estuvo orientada por la decisión de servir a los demás; por la vocación de preferir siempre, el interés de todos; por la capacidad de poner en perspectiva amplia los problemas nacionales, por entender que cada uno tiene un papel que jugar para contribuir al crecimiento de nuestra Nación.

A partir de esa orientación, nos dejó las que –quizás- sean las mayores de sus lecciones: entender, ya en el Siglo XIX, que el nuestro, debía ser un país de leyes e instituciones.

Juárez, hombre que entendió al poder político y al derecho en su esencia, supo darles a ambos la fuerza y majestad necesarias, para conducir a México en el sendero de la justicia, por el camino de las instituciones.

En sus diversas facetas, fue siempre un servidor público respetuoso de la ley y cuidadoso de los recursos públicos, hasta el extremo y el sacrificio personal. Entendía bien que en las formalidades de la ley descansa la dignidad y credibilidad de las instituciones. Por eso, en cada uno de nuestros actos, honremos su legado y nuestra encomienda.

La visión juarista, adelantada por más de 150 años a su tiempo, sentó las bases para la construcción de un México soberano, sin castas ni privilegios. Un México, en el que a partir del principio de igualdad, todos estamos bajo una misma ley, que a todos protege y a todos obliga, sin importar nuestro origen nacional, la religión en la que creamos, la ideología política que profesemos y, en general, las preferencias personales que nos definen.

Juárez fue defensor de la Patria ante la agresión imperialista de Napoleón Tercero, y constructor de la República. Edificó un México libre y soberano, cimentado en leyes y edificado en instituciones.

Hoy, en tiempos de reforma y cambio, su ideario está vigente y sigue siendo el gran reformador que nos orienta, el padre fundador que delineó al Estado Mexicano como lo hemos conocido por generaciones.

Juárez es el estadista más destacado de una extraordinaria generación de hombres ilustres, de “hombres que parecían gigantes”, como dijo don Antonio Caso. Una generación que le dio a nuestro país la Constitución de 1857, en la que se estableció un catálogo de derechos fundamentales que, en alguna forma, sigue siendo el mismo de la Constitución que tenemos hoy.

El legado de Juárez, estadista, no puede verse alejado de la función jurisdiccional. En Yucatán lo tenemos muy claro: Juárez restauró al Poder Judicial. Institución que sigue obligada a ser garante de los derechos de todos y todas y, con ello, factor decisivo de la paz social, mediante la aplicación respetuosa de la ley.

La lección fue como siempre, exacta: sacrifiquemos lo que sea necesario, los intereses personales, los intereses políticos, los intereses económicos, para así, desde la Constitución y la ley, proteger y ponderar, entre todos, los derechos de todos.

Quienes tenemos el honor de servir a la Patria, como Juárez, al realizar nuestra actuación cotidiana, debemos saber que la verdadera seguridad es la que se construye en la legalidadEl sistema se sostiene en la credibilidad y en la solidez del estricto cumplimiento de la ley.

Hoy, los magistrados y jueces, estamos atentos para aplicar el nuevo marco legal en materia penal, de derechos humanos, de oralidad familiar y al juicio oral mercantil, que exigen que, el nuestro, sea un Estado en el que el acceso a la justicia se trate de un bienestar social del que nadie puede ser excluido.Justicia basada en instituciones y procesos que hagan que sea justicia real. Decimos no a la impunidad, no a la creencia de que la ley puede cumplirse a capricho.

Justicia que no se logra por decreto, que no se entiende con programas de gobierno, mucho menos en discursos. Bienestar que se logra poco a poco, a partir de cada acto realizado por las autoridades públicas, en el marco de las atribuciones que la Constitución les otorga, y como expresión de la armónica relación entre Poderes del Estado, que propicia nuestra Constitución.

En Yucatán, imperan los valores y principios de Benito Juárez. Estamos conscientes de que el bienestar social de largo plazo, es un Estado ético, limpio y justo.

Hoy, los yucatecos tenemos un gobierno de leyes e instituciones; un estado de bienestar, para todos.

Hoy, nuestro Yucatán, es un Yucatán ordenado.

Hoy, en Yucatán seguimos estando dispuestos a ver siempre por el interés superior; a poner por delante el bienestar de todos; a corregir las desviaciones y los abusos que desbordan los cauces constitucionales. Eso quería Juárez, eso nos manda la Constitución y a eso aspira la sociedad.

Hoy, es preciso predicar con el ejemplo de la honestidad, del orden y de la sobriedad.

Es preciso actuar con apego y respeto irrestricto a los principios y valores que Juárez predicó.

Señoras y señores:

Sigamos la senda de Juárez, que no es diferente al rumbo de México, que no es distinto al camino de Yucatán, el camino de respeto a la ley y a las instituciones, el camino hacia una historia de bienestar social, sustentado siempre, como Juárez quería, en el respeto a la Constitución y a las leyes.

Celebremos, pues, hoy a don Benito Juárez García, “Benemérito de las Américas”, cumpliendo en justicia y equilibrio, con el nuevo orden constitucional y legal del Siglo XXI, que nos acerca más al Estado constitucional y democrático de derecho, en el que todos, todos, queremos vivir.

Muchas gracias.

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