Palabras de la Consejera de la Judicatura de Yucatán Melba Angelina Méndez Fernández en el CCVI aniversario luctuoso de don Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Patria

Domingo, 30 de julio de 2017

Con la honrosa representación de los tres poderes del Estado de Yucatán dedico estas palabras para celebrar la vida de Don Miguel Hidalgo y Costilla en el 206 Aniversario de su muerte.

Sí, celebrar su vida, pues como dijo Cicerón: “La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”.

Don Miguel Hidalgo y Costilla nació en el seno de una familia criolla acomodada el 8 de mayo de 1753 en la Hacienda de San Diego de Corralejo, Pénjamo (Guanajuato) fue el segundo hijo de don Cristóbal Hidalgo y Costilla y doña Ana María Gallaga Mandarte.

En junio de 1765, a los doce años, Miguel partió a estudiar al Colegio San Nicolás Obispo, ubicado en Valladolid, capital de Michoacán. El Colegio fue fundado en 1547 por el primer virrey de la Nueva España, quien entregó a los Jesuitas la Universidad donde se impartían cátedras de latín, derecho y estudios sacerdotales.

En esta Institución, Miguel Hidalgo estudió letras latinas; aprendió italiano y francés; leyó a autores clásicos como Cicerón, Ovidio, Molière, San Jerónimo y Virgilio. A los diecisiete años de edad, ya era maestro en filosofía y teología. Hidalgo, también aprendió muchas lenguas indígenas habladas en Nueva España, principalmente otomí, náhuatl y purépecha.

En 1778 fue ordenado sacerdote. Trabajó en su Alma Mater desde 1782 a 1792, como tesorero, como maestro, donde tuvo como alumno a José María Morelos, y en 1788 como rector.

Seguramente también leyó en francés “El Contrato Social” de Juan Jacobo Rousseau que habla de una nueva política basada en la voluntad general y del pueblo como depositario de la soberanía. La moral y la razón se hacen evidentes en la sociedad al establecer un modelo normativo capaz de crear un orden social que evite la dominación de unos sobre otros y que involucre una representación participativa de todos los miembros de la sociedad. En esta obra, Rousseau le abre paso a la Democracia, a través de una sociedad de todos los miembros llamada República. 
La traducción de esta obra llegó a México en 1799 por lo que en francés o en español habría sido leída por Hidalgo, quien tendría 46 años en ese entonces.

Estas ideas influyeron en el pensamiento de Hidalgo y lo impulsaron a tomar acciones. En 1803 se hace cargo de la Parroquia de Dolores en Guanajuato. Sacerdote de ideas avanzadas, don Miguel Hidalgo puso en marcha el proceso que condujo a la Independencia de México.

Su figura destaca en la medida en que no hubo en su lucha un afán de poder o una defensa de privilegios de la élite, sino un imperativo ético y un ideal de justicia social al servicio de los conciudadanos al procurar mejorar las condiciones de vida de sus feligreses indígenas.

El verdadero motor de la Democracia es el perfeccionamiento del individuo mediante la educación como expresa Rousseau y consagra esas ideas en “El Emilio”.

La filosofía es central en nuestra historia ya que las ideas se representan en el pensamiento de Hidalgo. Siempre rodeado de amigos y ambientes en que se debatían con amplia libertad las ideas políticas de vanguardia, llegó a ser denunciado a la Inquisición por expresar conceptos incompatibles con la religión.

En 1808, se inicia una etapa convulsa en España y en América, pues el rey Fernando VII es apresado por Napoleón.

Movido por estos hechos, Hidalgo en 1809, se unió a una sociedad secreta en Valladolid cuyo fin era formar un Congreso para gobernar la Nueva España o la Independencia en su caso.

Ignacio Allende ve en Hidalgo a un gran líder y lo convence de unirse a su movimiento, por lo que éste llega a Querétaro a principios de septiembre de 1810. Allá se gestaba una conspiración por el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortíz de Domínguez, y también participaban los militares Juan Aldama y Mariano Abasolo.

Los acontecimientos se precipitan pues el 11 de septiembre se realizó una redada en Querétaro, doña Josefa Ortíz de Domínguez le avisa a Allende y éste a Hidalgo y así la noche del 15 de septiembre, el cura Hidalgo pidió ayuda de los parroquianos de Dolores, liberó a los presos políticos de la cárcel, tomó las armas de la guarnición local para hacer un llamamiento a alzarse en armas contra las autoridades coloniales, proclamación conocida como el Grito de Dolores.

El 16 de septiembre de 1810, en el santuario de Atotonilco tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe, símbolo de su movimiento.

Después de seis meses de lucha armada, el 21 de marzo de 1811, Hidalgo llegó a las Norias de Acatita de Baján, en la frontera de Coahuila y Texas en camino a la Alta California. Allá fueron aprehendidos Abasolo, Allende, Aldama y Jiménez. Finalmente apareció Hidalgo, y también fue capturado. Los reos fueron enviados a Chihuahua en donde Allende, Aldama y Jiménez fueron pasados por las armas, sus cuerpos fueron decapitados y sus cabezas enjauladas.

La llegada de Hidalgo a Chihuahua fue el 25 de abril de 1811.

Miguel Hidalgo tuvo dos juicios: uno eclesiástico, ante el Tribunal de la Inquisición, y posteriormente, un juicio militar ante el Tribunal de Chihuahua que lo condenó a muerte.
Sabiendo todas las consecuencias de sus palabras y de sus actos como hombre valiente, Hidalgo declaró haber sido capitán de la causa Insurgente y que era el que tenía el mando político supremo del movimiento; confesó haber levantado al ejército; haber fabricado moneda en Zacatecas; haber construido cañones y armas, fabricado municiones, y depuesto autoridades, europeas o criollas, que no seguían su partido.

El 8 de mayo de 1811, confesó tener una inclinación a la Independencia, que describió como precipitada por los acontecimientos de Querétaro. También se hace responsable de la causa independentista; en todo momento trató de escindir los elementos religiosos de sus convicciones y actos personales e incluso aceptó que no era posible conciliar sus actos con el Evangelio. Su única asociación con la religión fue el estandarte de la Virgen de Guadalupe.

Hidalgo era reo de alta traición y mandante de alevosos homicidios, debiendo morir por ello, previa la degradación eclesiástica. Fue sentenciado a muerte por el Tribunal militar y la sentencia pronunciada el 26 de junio de 1811.

Al amanecer del 30 de julio de 1811, cuando llegó la hora del fusilamiento, que tendría lugar en el patio del antiguo Colegio de los Jesuitas en Chihuahua, pidió que no le vendaran los ojos ni le dispararan por la espalda. Pidió que le dispararan a su mano derecha, que puso sobre el corazón. Hubo necesidad de dos descargas de fusilería y dos tiros de gracia disparados a quemarropa contra su corazón para acabar con su vida, tras lo cual un comandante tarahumara, de apellido Salcedo, le cortó la cabeza de un solo tajo con un machete. Su cuerpo fue enterrado en la capilla de San Antonio del templo de San Francisco de Asís, en la misma ciudad de Chihuahua, y su cabeza fue enviada a Guanajuato y colocada en la Alhóndiga de Granaditas, en cada esquina y dentro de una jaula de hierro, junto a las de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, en donde permaneció por diez años.

En 1821 su cuerpo fue exhumado en Chihuahua y, junto con su cabeza, se le enterró en el Altar de los Reyes, de la catedral Metropolitana de la ciudad de México. Finalmente, desde 1925 reposa en el Ángel de la Independencia, en la capital.

Hegel ve en los héroes o “individuos de la historia del mundo” a los instrumentos de las más altas realizaciones de la historia. Son videntes, conocen la verdad de su mundo y de su tiempo; el concepto, lo universal, próximo a surgir y los demás se reúnen en torno a su bandera porque ellos expresan lo que está por suceder. (Alejandro, César, Napoleón). En apariencia tales individuos no hacen más que seguir su propia pasión, pero según Hegel, se trata de una astucia de la razón ya que ésta se sirve de los individuos y de sus pasiones para realizar sus fines. En cierto momento el individuo muere, pero en cambio la idea universal que lo había producido alcanza su finalidad.

El cura Hidalgo, admirable por sus reformas en la industria, brillante progresista, osado en la batalla y dispuesto a prestar su brazo a la causa más noble y arriesgada de su tiempo expidió una declaración de independencia y formó un gobierno provisional; decretó también la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la Corona y la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas.

Casi 207 años después de estos momentos de la historia, no imaginamos qué es vivir sin libertad, no sabemos qué es vivir sin la capacidad de decidir, no logramos entender qué es, no poder autodeterminarse. No sabemos qué es la esclavitud.

Sus ideas universales prevalecen en el tiempo.
Tras el establecimiento en 1823 de la República Mexicana, Miguel Hidalgo fue reconocido como Padre de la Patria. En 1869 fue erigido el Estado de Hidalgo con su nombre y la ciudad de Dolores pasó a llamarse Dolores Hidalgo en su honor.

Hoy lo recordamos con gratitud y admiración, y hombres como nuestro gobernador Rolando Zapata Bello siguen su ejemplo, luchando, sin armas, pero con el trabajo diario, dando herramientas para mejorar la vida de los menos favorecidos y la protección de los derechos con especial atención a los más vulnerables. Trabajando cada día con ideales y convicciones sobre la educación, la salud, pero sobretodo con respeto a la libertad de cada uno, ya que solo se disfruta de la libertad en las Naciones bien gobernadas. Por eso, aquí en Yucatán vivimos con la libertad de poder hacer todo aquello que no cause perjuicio al otro, como dice el artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Bajo el mando de un líder que continúa construyendo día a día nuestro Estado y Nuestra Patria como es el gobernador Rolando Zapata Bello.

Aquí en Yucatán, el legado de Miguel Hidalgo es una realidad, porque se vive en libertad, en paz, con justicia, con seguridad y con progreso, desarrollando cada día más la Democracia.

Celebremos pues la vida de don Miguel Hidalgo, pero también la de los hombres que con su trabajo construyen un México y un Yucatán más libre y más justo. Gracias.

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